sábado, 1 de septiembre de 2007

Ciego de Avila - Recuerdos y Sentimientos

Cuando miro mi vida empiezo a recordar cuando tenía 5 o quizás 6 años y me veo recorriendo la carretera desde La Habana a Ciego de Ávila; en ambos sentidos. Mi padre José Mariño, Bebi, el gallego de la bodeguita de la calle 2 esquina Libertad alternaba mi crianza con mi madre quien vivía en La Habana.
El viaje casi siempre lo hacía con Alfredo García, chofer de alquiler amigo de mi padre, quién tenía un excelente Buick de la década del 50, hay una zona en la carretera que tenía muchos árboles, inmensos, grandes, viejos, siempre esperaba pasar por aquel sitio para dormirme durante el viaje. De mi barrio recuerdo a la maestra de primer grado, excelente, negra, gorda, inmensa, Sara, su esposo Evaristo, profesor de tercer grado. La maestra de segundo grado, Cachita, vivía en una casita del pasaje del INAV. En el chalet de la esquina Amadito Mendoza, Yolanda, al lado la familia de Ramón Pereira, después los Delgado, seguía Gilberto Roque, que solía pasar silbando por frente a mi casa cuando iba y venía hacia su taller de bicicletas, feliz, realizado. Los de la esquina frente a la bodega se fueron antes de que yo les conociera, Manuel Méndez con su fotingo viejo, su hijo gordo y colorado, su nieto, de mi edad, Juan Carlos, como yo. Ondina, su esposo Arsenio tenía un Chevrolet del 57, todavía sueño con comprarme uno. Rolando y María, familia extensa apodada "los muchos", Jorge y Ana, mis tías, tíos, primos, abuela, la calle libertad sin asfaltar, el calor, el polvo, el río de los Negros donde aprendí a nadar. Maco el bobo - luego supe que era un "down"- decía: - "Yo miliciano, tu cacaputa" Y pedía una “peseta grande”, de 40 centavos... hasta el Bobo sabía que había que decir, su amante madre, Dora. Pepín Comas y su carro que fumigaba cuando funcionaba, tanto era el humo, Pilla, inteligente, cálida y amorosa. Mi encanto con los libros de la librería "Cirilo Ruiz", las muelas que me sacó Candido García, La Casa blanca, tienda de víveres y licores, el Bazar París, el Club 600, el teatro Iriondo, el Club Atlético. La Iglesia, adonde nunca fui de niño, el Parque Martí, la “Cruz Verde” (solo para técnicos extranjeros), la Biblioteca. Las vueltas alrededor del parque, interminables, sonriendo y saludando a las bellas adolescentes como yo. La secundaria básica "Renee Ramos Latour", el Instituto de Segunda Enseñanza, el tren, la bodega bien surtida de mi padre... que luego no fue más de mi padre ni estuvo bien surtida... los amigos, los amores, el Club de Cazadores en la salida hacia La Habana, su piscina, sus jardines hermosos, su bar... La finca de La Palma que desapareció con su río... para dar paso a la plaza de los discursos interminables, la sede del Partido Comunista de Cuba, el DATINSAC donde trabajé y aprendí sobre computadoras... lo nuevo en la ciudad, fruto de los tiempos ... el Hotel Ciego de Avila y la turbina, lago inmenso en mi niñez, al lado de la fábrica de refrescos... Las avileños buenos, los verdaderos tesoros de Ciego de Ávila quienes formaron mi espíritu y sembraron en mi alma valores que aún conservo y cultivo, Salvador Atilano de la Caridad García, Cirilo Ruiz II, Cándido García y la familia Mariño, mi padre José, mis tías estrictas y severas, mucho de lo que soy, es avileño....orgulloso estoy de ello... me han llamado guajiro con desprecio (discípulos del tirano), cubanos somos todos, no importa donde naciste o viviste...

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