miércoles, 22 de octubre de 2008

Mañana es el día

Esa inseguridad innegable que me crearon las promesas incumplidas durante 34 años en Cuba me sigue a todas partes. Le he escrito a mi nuevo jefe para que me confirme a qué horas quiere que llegue a la oficina mañana. Se demoró un par de horas en responderme y ya estaba pensando que había soñado que conseguía un nuevo trabajo.

Es una emoción difícil de describir, conoceré nuevas personas, aprenderé muchas cosas. Me hace extremadamente feliz compartier mi saber y experiencia. Siempre me empeño en dar lo mejor y ha resultado.

Aún recuerdo el día en que me propusieron ayudar en un almacén en “Havana in Bond” con las computadoras y los libros contables. El trabajo incluía cargar y descargar cajas. Me familiaricé con los camiones, los contenedores, los embarques, el papeleo y los inventarios entre otras funciones. Ese “know-how” me sirvió para ser consultor de “Oracle Financials” y luego de “SAP Materials Management”.

Los que me conocen me han escuchado repetir hasta el cansancio mi adagio favorito: “Saber no ocupa espacio, es tuyo, va donde quiera que vayas, no pesa y nadie te lo puede quitar”. Gracias a esa filosofía he logrado vivir fuera de Cuba. Cuando llego a un nuevo país y comienzo en un nuevo trabajo mi contribución no es con algún talento especial o bien material, es sencillamente lo que tengo en la cabeza y mi alegría de siempre.

Lo trascendental es que ayudando a un contador y cargando cajas en un almacén adquirí un conocimiento que me abre puertas cada día en este mundo tan competitivo. Ser Ingeniero Electricista, trabajar en el INSAC y en Estadísticas son otros valores de mi currículum, es lo que “vendo” cuando me presento para una posición, pero, quiero que sepan que no se puede despreciar al almacén.

A principios de los años 90 Rafael Rosendi me pidió que leyera “El Principio de Peter”. Manuel García me prestó “Pasión por la Excelencia”, “El Shock del Futuro” y “La Tercera Ola”. Esos libros cambiaron mi vida, al leerlos soñé con vivir y trabajar en el mundo que disfruto cada día. En Cuba no podía leer fragmentos de esos libros en voz alta, me quebraba por la emoción y los deseos de ser uno de esos trabajadores del mundo capitalista, de los “explotados”.

Con la ayuda de esos libros aprendí a conocerme mejor. Intento evitar posiciones de “jefe” porque mi nivel de competencia no llega allá. Prefiero ser el que sabe mucho y no el que manda aunque gane menos. Claro que, estoy orgulloso de mi poder de convocatoria. Hoy almorcé con 24 colegas de mi equipo en un restaurante de comida camboyana. Puedes comer todo lo que quieras y solo pagas 13 dólares. En otras despedidas no va todo el equipo como hoy.

Entre ayer y hoy he escrito más de lo acostumbrado, no sé quienes me leen con regularidad pero si alguien lo ha hecho, seguramente estará contento y animoso como yo. Espero que algún día mis amigos tan queridos de la isla puedan leer mis comentarios sin temor a que el policía o espía de su centro de trabajo los sancione, critique o los bote del trabajo.

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